Cuando late el corazón, del padre Eliseo, fue editado por Paulinas en 1951. Está dedicado a las jóvenes novias que pronto han de casarse. Todo él es digno de figurar en el museo de los horrores (o de la risa), pero así es nuestra reciente historia.
Transcribo el siguiente y jugoso fragmento:
«CONSERVAOS PURAS…
… si queréis prepararos para un matrimonio feliz.
Es una obligación que tenéis contraída con Dios, que nos ordena en sus mandamientos:
—¡No seáis lujuriosas!
Os lo debéis a vosotras mismas: porque si no queréis perder vuestra nobleza, es necesario que respetéis vuestro cuerpo y vuestra alma, templos del Espíritu Santo.
¡Conservaos puras! Es una obligación que tenéis para el que algún día será compañero de vuestra vida. No le llevéis los restos de un corazón manchado, un corazón que haya pertenecido ya a otros.
¡Conservaos puras! Es un deber que tenéis para con aquellas criaturas que más tarde o más temprano recibirán la vida de vosotras, que heredarán vuestros defectos y vuestras manchas como vuestros rasgos fisonómicos, vuestro porte, vuestro temperamento…
Conservaos puras para dar a la patria ciudadanos capaces de defenderla y de trabajar por su gloria, a la Iglesia hijos generosos y afectuosos, y al cielo almas elegidas.
Vosotras, jovencitas, conocéis el cartelito que los fabricantes de seda tienen buen cuidado de poner sobre cada uno de los tejidos expuestos al público, por miedo de que el contacto con los dedos sucios o sudorosos mate los reflejos del tejido inmaculado:
«Se ruega no tocar»
Como aquellos tejidos, también vosotras, jóvenes, debéis temer las manchas para conservar intacto el candor de vuestra pureza, que es más delicado y más frágil que el del lirio o de la seda. A tal fin, procurad que no salga a relucir la coquetería propia de la mujer; no deslumbréis a los que os miran. Recordad que las miradas de las criaturas humanas son corrosivas: que marchitan los corazones…
Con todo, para preparaos para el matrimonio convenientemente no debéis ser de aquellas pequeñas divinidades que se vanaglorian de no saber nada, completamente nada. Desde ahora debéis de aprender a ser y hacer lo que deberéis ser y hacer en el porvenir: la mujer de casa capaz de quitarse de vez en cuando los guantes, las mil baratijas que lleva encima y acercarse al lavadero… »
Continuará
En 1949 Simone de Beauvoir había publicado ya El segundo sexo.
Una prueba más del cinismo y de la hipocresía con los que la Iglesia ha tratado siempre el tema sexual. Son grotescos los consejos que da ese pobre cura sobre la sexualidad de las jovencitos, unos argumentos que sólo provocaban una represión terrible y traumas personales en miles de españolitos. Al menos se consiguió el derecho a una sexualidad libre para la población española, una libertad que los animales tienen de siempre.