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Alfredo F. Alameda
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Alfredo F. Alameda

De la tecnología y otras pandemias

Posted on 11 mayo, 202018 mayo, 2020

Dice el visionario Harari que los humanos siempre han sido más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. No puedo estar más de acuerdo y me apoyo en esa frase para hacer una breve reflexión acerca del sufrimiento que algunos inventos nos han traído, tales como el discriminador telefónico. No siga leyendo aquel que no haya lamentado alguna vez que al otro lado del hilo sea una máquina en lugar de una persona quien lo atiende.

El invento no es en sí mismo pernicioso, claro, como tantas otras herramientas, depende del uso que de él se haga. El caso es que el uso que las empresas y las instituciones hacen sí es dañoso. Lo mismo un hospital, que una compañía de seguros, que un ayuntamiento, que etc, etc,

«Buenas tardes, para mayor seguridad le comunicamos que esta llamada puede ser grabada. Si desea conocer nuestros productos financieros marque 1; si su llamada esta relacionada con el seguro de hogar, marque 2; si desea contratar un seguro de vida, marque 3; si quiere contratar una nueva póliza de vehículos o modificar la actual, marque,4; si necesita auxilio en carretera, marque 5; si desea informar de un siniestro, marque 6; si desea cualquier otra cosa no citada, espere por favor».

A partir de aquí son infinitas la cantidad de cosas que nos pueden pasar y los inextricables caminos que nos esperan. Para empezar, la grabación con que nos amenazan al principio, solo sirve si puede beneficiarles a ellos, por ejemplo, si usted, harto de peregrinar, termina soltando un exabrupto o una imprecación, puede recibir una denuncia que derivará en un juicio de faltas, pero si recurre a esa grabación para demostrar que usted ya había notificado esto o aquello, la grabación nunca aparecerá. Pero sigamos, como ninguna de las ofertas que la dulce voz grabada nos propone se orienta a nuestra necesidad, esperamos, según nos han ordenado.
Es bastante probable que para amenizar nuestra espera nos informen amablemente de más cosas, vg.: «Ya sabe que puede usted informarse también en nuestra página web doble uve, doble uve, doble uve, punto… Si es usted cliente premium, durante este mes, con la tarjeta oro, puede entrar gratuitamente en catorce museos y con el cincuenta por ciento de descuento en el Parque Warner de Madrid, en Faunia y en el Museo de Cera…»

Ahora los anuncios dan paso a una nueva grabación que dice: «nuestros operadores están ocupados, le atenderemos tan pronto como sea posible, disculpe las molestias y permanezca en espera». Música dulce y más anuncios: «Si contrata una póliza de hogar durante este mes tendrá un descuento del quince por ciento en la primera cuota y se le obsequiará con un juego de sartenes Magefesa». Y de nuevo: «Nuestros operadores están ocupados, le atenderemos tan pronto como sea posible, disculpe las molestias y permanezca en espera». 

Por fin un tono de llamada se impone a los anuncios y una voz humana responde: 

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

—Pues vera usted, señorita, resulta que me han pasado el recibo de este mes dos veces (por ejemplo).

—Le paso con Administración.

—Muchas gracias —vaya, parece que por fin… —nos decimos ingenuamente.

El tono de llamada se repite una y otra vez sin que nadie se digne a descolgar el aparato, hasta que, finalmente, el tono se convierte en una señal repetida, pi pi pi… y después el silencio más absoluto. No queda otro remedio que volver a empezar y con paciencia confiar en santa Esperanza. 

Pero si por desventura recurrimos a la página web recomendada, lo del teléfono puede ser asunto de guardería en comparación con lo que nos espera.

«Bienvenido a nuestro web-site, escriba su contraseña para acceder»
¡Ah, que no tenemos contraseña, no importa, rellenaremos un sencillo formulario en el que las respuestas obligatorias se refieren a nuestro nombre, domicilio, teléfono fijo y móvil, correo electrónico, DNI, sexo, edad, nacionalidad y estado civil. También hemos de saber y autorizar (clicando aquí) que nuestros datos irán a parar a una base compartida con empresas del grupo o empresas colaboradoras que nos mandarán información y ofertas de sus productos. Todo ello en un cuerpo de letra que no sería legal ni en los prospectos médicos. Una vez cumplimentado y consentido todo lo que la compañía ha tenido a bien, nos comunican que en breve recibiremos la codiciada contraseña en el móvil con la que podremos acceder a los entresijos de la ansiada web.

Esta tecnología suprime empleos y en lugar de servirnos nos tiraniza. No se trata de un impuesto para que el Estado pueda hacer sus presupuestos o de una renuncia del ciudadano en pro de la mejora del planeta. ¿A quién sirve, entonces? Al poder económico, a la cuenta de resultados, verdadero dios de estos tiempos convulsos. Se trata de una dictadura ante las que estamos inermes, no podemos esperar amparo de nuestros representantes políticos, pues son sumisos ante ese poder cuando no parte misma de él.  

¿Acaso queremos que esto sea así? En teoría el poder para cambiarlo está en nuestra mano, en la mano del usuario, él es el cliente, él es quien paga, el es quien vota y él es mayoría. Es una lástima que el bien común nunca haya sido fruto apreciado por los españoles.

Que algo sea posible no lo convierte en necesario y, en este caso, ni tan siquiera en conveniente.

6 thoughts on “De la tecnología y otras pandemias”

  1. Carmelito Flórez dice:
    12 mayo, 2020 a las 1:29 pm

    Efectivamente. El consumidor se ha convertido en una víctima del sistema depredador. Hay pocas esperanzas de subvertir la situación. Veía recientemente la película «Yo, Daniel Blake», de Ken Loach, y al leer este artículo me ha venido a la memoria la situación de desamparo y abandono que sufre el protagonista y que sufrimos los individuos-ciudadanos frente a las arbitrariedades de la sociedad de consumo. Lamentablemente creo que hay pocas probabilidades de algún cambio o progreso. Para colmo, la pandemia nos va a destruir a todos porque nos va a obligar a adoptar posiciones de supervivencia, va a empeorar el lado oculto y malvado que todos llevamos dentro. Homo homini lupus.

    Responder
    1. Afa dice:
      12 mayo, 2020 a las 3:34 pm

      Son cosas que por pequeñas nadie se ocupa de ellas, pero nos amargan la vida con demasiada frecuencia.
      Gracias por tu atinado comentario

      Responder
  2. José Biosca Alfonso dice:
    12 mayo, 2020 a las 1:30 pm

    Pura realidad. En todos los casos. Ayer mismo, recibí un correo de El Corte Inglés, donde se me indica que ya está a mi disposición el resumen de compras del mes de Abril. Intento entrar, y me pide, como dice el artículo, CIF ó DNI, teléfonos, (y lo más grave) código PIN, número de tarjeta. Al comunicar que no tengo PIN, me comunican por teléfono móvil (curiosamente éste sí que le tienen, sin yo habérselo indicado ahora) un código. Al introducirlo, me dicen que no es correcto. Después de diversos intentos, desisto. En pocas palabras, ¡demencial! Ésto nos lo podemos aplicar a seguros, compañías telefónicas, eléctricas, etc.

    Responder
    1. Afa dice:
      12 mayo, 2020 a las 3:38 pm

      Lo dicho, se trata de una tiranía encubierta como servicio. Somos sus servidores y su alimento.
      Gracias por tu atención, amigo.

      Responder
  3. Manuel F. dice:
    12 mayo, 2020 a las 4:00 pm

    Muy atinado el artículo, real como la vida misma, como todas las entradas que hay al pie de esta página y los datos que tengo que introducir. Saludos. Y además tengo que aceptar la política de privacidad.

    Responder
  4. Manuel F. dice:
    12 mayo, 2020 a las 4:02 pm

    Encima pendiente de censora moderación.

    Responder

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