Me encontraba haciendo un trabajillo sobre el papel de la mujer en la publicidad cuando oí decir a David, el menor de los Trueba, que puede ser que dentro de unos años el teléfono móvil esté tan proscrito como lo está hoy el tabaco.
Me llamó la atención el comentario y enseguida mi memoria me trajo pasajes de la relación que teníamos no hace tanto con el tabaco. Como la memoria es frecuentemente huidiza y yo un obrero de la publicidad, me pareció que poner en este mostrador algunos anuncios de la época podría resultar curioso.
Pero antes voy a contarles como empecé yo con los cigarrillos.
Cómo no íbamos a fumar…

Reconozco haber caído bajo el influjo de estos fascinantes personajes. Ellos eran el espejo en el que me miraba. No podía conducir sus vistosos automóviles, ni tenía una pistola que guardar en la sobaquera… Tampoco la vecina de mi bloque, a la que miraba con apetencia, lucía el escote de Rita Hayworth… Pero un cigarrillo americano y una sonrisa ladeada de vez en cuando sí me podía permitir.
A ellas tampoco parecía sentarles mal

Iluminaba las tardes grises de sesión continua y deserción escolar con su glamur, con su mirada desafiante o prometedora, enigmática, inquietante… Y, sobre todo, con su inalcanzable belleza.
¿Qué chica no querría parecerse a estas espléndidas mujeres y lucir desenvoltura con la misma naturalidad que lucen sus vestidos? Fumar era, también para ellas, el rito iniciático.
Paradigma del fumar

Personalidades de incuestionable peso político en torno a los cuales gravitaba la sociedad, fumaban mientras dirigían el mundo o la guerra.
¿Cómo iba a ser algo perjudicial?
Y ahora un breve pero ilustrativo ejemplo de que fumar no nos parecía nada, pero que nada mal. El éxito social acompañaba siempre a quien fumaba.
No hablamos de la Edad Media, estos anuncios se han publicado hasta hace dos días, como quien dice.
Es evidente que hay que contextualizar, pero, ¿de verdad no sabían las compañías tabaqueras que nos estaban envenenando, o era tan grande su poder que tapaba toda boca?
Aguardiente blanco helado, cuentos negros de Vázquez Montalbán, las palabra de doctor Aemilius, la conversación de don Fredo, las letras de don Pascual, los paisajes sugerentes de don Simón y una evocación al tiempo que una vez fue. Sí, mucho mejor que el humo negro del tabaco. Carmelito Flórez
Naceremos con el teléfono, no sé si en la mano o en la oreja.
Muy bonito, Carmelito. Todo eso está muy bien, pero además, ha de saber vuesa merced que se hace con más ganas…, si se fuma CARAVANAS.
Simón Pérez
yo creo que antes desaparece la especie humana que el móvil.